Día 6
La caravana se dirigía a ciudad hidalgo, pero antes haría una pequeña parada en Tapachula.
El camino seria largo y durante este, pasaríamos por un inmenso bosque de torres eólicas, y recordamos la visión de aquellos gigantes que describía Cervantes en aquel lugar cuyo nombre no quiero acordarme.
En Tapachula, un reducido grupo de personas y reporteros de la prensa local se mostraban expectantes para tomarla foto de registro, ubicándose en balcones y azoteas de las casas aledañas.
Abajo un grupo esperaba a Sicilia, para cuestionarlo acerca del gobernador del estado Juan Sabines.
Corta seria la estancia allí, ya que tendríamos que llegar a ciudad Hidalgo; la ciudad Fronteriza entre México y Guatemala, o como algunos le llaman:
“La Tijuana del sur”.
Al llegar, un amplio grupo de migrantes centroamericanos y habitantes de la ciudad, se integraría a la marcha, y juntos avanzaríamos por aquellas calles llenas de bicicletas y de esos triciclos usados como taxis.
Al llegar a la plaza nos dirigiríamos al centro social para comer, donde el menú seria: birria con puré de papa, agua de pozol, y de avena. Al terminar esa breve pausa, saldríamos de aquel lugar lleno de ventiladores y de sillas plegadizas de madera, para continuar nuestro camino hacia la frontera guatemalteca.
Poco a poco nos acercábamos a la frontera con Guatemala, donde llegaríamos al inmenso rio Grijalva, famoso por qué se puede pasar del lado guatemalteco al lado Mexicano, por medio de una tirolesa, la cual hacia poco habría cobrado la vida de un Guatemalteco en su intento en llegar a nuestro país.
La marcha llegaría a la mitad del puente internacional, donde Javier Sicilia daría lectura a una carta en lo que él llamaba “la carta del perdón”, donde expresaría y manifestaría una serie disculpas de manera simbólica por parte de los Mexicanos, por todas las muertes y tragedias vividas por los cientos de migrantes centroamericanos en su paso nuestro país, en busca del sueño americano.
El atardecer rodeaba e iluminaba la escena, que se reflejaba a lo largo y ancho del rio Grijalva. Aquellas banderas salvadoreñas, mexicanas, guatemaltecas y blancas, se mezclaban y hermanaban, perdiéndose poco a poco en ese bello atardecer que se iba oscureciendo cada vez más.
La marcha se había detenido en la mitad del puente internacional, y había decidido conocer un poco más de Guatemala, al igual que algunos integrantes de la caravana, así que nos dirigimos al lado guatemalteco y la diferencia entre ambos territorios era demasiado visible al ir avanzando, ya que los grandes postes iluminados y la valla metálica pintada de negro y dorado desaparecieron, y entrabamos en un camino oscuro, totalmente carente de iluminación, donde solo podían distinguirse las sombras de las personas y bicicletas que pasaban constantemente. A lo lejos podía verse una pequeña caseta iluminada con un foco, con una persona en la puerta. Al llegar un oficial de migración me pregunto si tenía pase, entonces le comenté que venía con el equipo de prensa de la caravana y que solo tomaría algunas fotografías y que no tardaría demasiado, él me contesto entonces:
“Pues en ese caso adelante!, y si decides quedarte solo tienes que comprar un pase de turista que vale 10 dólares, BIENVENIDO A GUATEMALA”
Cerca de allí estaba una casa de cambio, en donde se podían cambiar dólares y pesos por quetzales, de hecho esa casa de cambio era básicamente un señor sentado en una silla de plástico azul, frente a una lona amarrada en una reja, y que decía:
“Bienvenidos cambio de moneda pesos dólares quetzales”
decidí tomarle una fotografía a tan singular casa de cambio y cambiar algunos quetzales para comprar algo en una tienda cercana.
Al mirar alrededor, me di cuenta que solo mi compañera Sonia y yo nos encontrábamos allí, así que ante esas calles carentes de iluminación y las miradas sospechosas de los desconocidos que nos observaban, decidimos regresar a nuestro país, en nuestra corta visita de no más de 30 minutos a territorio guatemalteco.
En el puente internacional mi compañera encontró a una pareja guatemalteca y les hizo una entrevista, aquella pareja nos comentaba que a pesar de las evidentes carencias que tenia Guatemala, la ciudad de Tecún Umán, había mejorado bastante, gracias a las políticas y al trabajo del alcalde. También nos dijeron que muchos patrones mexicanos contrataban a guatemaltecos, y que eran los patrones los que podían tramitar el permiso para contratarlos y pudieran entrar a territorio mexicano, incluso que había patrones que les cobraban por tan solo contratarlos. No despedimos de ellos y seguimos avanzando por ese camino tan oscuro que tuve que usar mi linterna para que no nos atropellaran las innumerables bicicletas y motocicletas que regresaban hacia el lado guatemalteco.
Al llegar al lado mexicano, y por cierto, bien iluminado, había un letrero que decía:
“prohibido ingresar armas, cargadores (tolvas) y municiones o balas”
Al saber que afortunadamente cumplíamos con aquellos requisitos para ingresar a territorio mexicano, pudimos pasar para integrarnos a la caravana, que ya estaba regresando a ciudad Hidalgo, para detenerse en la plaza municipal, donde en esta ocasión escucharíamos los testimonios de parte de los guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, algunos de estos, con el rostro cubierto de pintura negra a manera de antifaz y otros usando paliacates para ocultar su identidad por razones de seguridad.
En aquella explanada, Javier Sicilia volvió a leer la carta que habría leído en el puente internacional. Después de esto se acerco una mujer salvadoreña que llevaba más de un año buscando a su hijo desaparecido en territorio mexicano, simplemente al contar su historia, sus lagrimas se detuvieron y de pronto una expresión de coraje e impotencia salió de ella. Simplemente este era el reflejo de las tantas historias que no habían tenido respuesta y se sumaban al recuento de esta caravana.
Aquella noche nos quedaríamos en el centro social Francisco I Madero, al cual llegarían 149 colchonetas y dado que no tenía intención de cenar, seria yo uno de los primeros en llevarme una de esas al privilegiado lugar del templete, al lado de las entradas de toma corriente.
Día 7
Muy temprano por la mañana, y después de haberme recuperado por el ataque de los mosquitos guatemaltecos del día anterior, nos dirigimos a la capilla y centro comunitario donde nos esperaba el desayuno que constaba de tamales oaxaqueños, plátanos horneados, atole de plátano, de chocolate y agua de pozol, así que considere prudente probar de todo, antes de proseguir nuestro camino a san Cristóbal de las casas.
El camino seria largo y silencioso, excepto por el sonido de la música que nuestro conductor, José, pondría; el disco de: “Las cumbias más buenas en Mp3”, el cual sería nuestra música ambiental por el lapso de 3 horas que duraría el viaje, aún y a pesar de esto podía disfrutarse el observar aquel hermoso paisaje compuesto por un sinnúmero de ríos y riachuelos, montañas aborregadas de vegetación con manchones cafés de de derrumbes ocasionados por lluvias recientes, y arboles de cacao a las orillas de la carretera en los pequeños poblados por los que pasábamos. Esa era la vista en aquella ventanilla del camión donde viajaba, simplemente era como ver una fotografía con vida propia que se desplazaba mientras avanzábamos, o un cuadro matizado de colores verdes y enmarcado por un cielo azul claro, donde las nubes, en su afán de protagonismo, cubrían la punta de los cerros. Aquello podría describirlo como un sueño hermoso a ritmo de cumbia, evidentemente era demasiado pedir escuchar algo más decente, ya que mis exigencias serian satisfechas mientras el aire acondicionado siguiera funcionando, ya que al tocar esa ventana tan caliente al tacto, me daba cuenta que escuchar a “Los ángeles azules”, era lo de menos.
El contingente haría una pequeña parada en el pueblo de Tonalá Chiapas, donde el calor rebasaba los 40°, razón necesaria para acudir a una pozoleria cercana a la plaza (el pozol es una bebida tradicional de la región, hecha a base de maíz y cacao, horchata o avena, que se sirve en platos hechos de huaje).
En el estrado de la plaza, Sicilia hablo poco, seguramente se debía a que en ciudad Hidalgo, un reportero lo cuestionó acerca del poder del movimiento que su discurso era: “desgastado”, esto no solo molesto al poeta, sino que lo encabrono (por decirlo de la forma más técnica y acertada posible), y después de un intercambio contrapuesto, en la que destacaba la frase: “Hijo de la chingada, si mi discurso esta desgastado, pues no vengas a oírme!”.
El periodismo es una actividad más que necesaria en toda sociedad que se digne de ser medianamente democrática, aquella labor nos informa y conecta, la verdad no debiera de ser ocultada, sino informada, pero en muchos casos, o casi siempre, la obviedad genera controversias. No es que defienda a Javier, afanosa y arbitrariamente, sino que una cosa que he de destacar; el discurso que se plantea, no es solo uniforme y objetivo, sino que busca fines mediatos e inmediatos, no sería posible dar una vez aquel discurso, de forma que todos pueblos y comunidades habrían de escucharlo de forma simultánea, ya que solo los informes de gobierno tienen tal difusión y convocatoria, pero tampoco tendría que haber múltiples discursos, adaptables o modificables que vinieran a bien a cada región, poblado, estado o municipio donde habría de estar la caravana; pues ni que se tratara de ser un mercader avocado a vender opiniones y morales al por mayor!, aquello era más simple, era una causa, una causa que por mucho rebasaba la autoría de una persona. Sicilia había dejado de ser autor y se convertía en un símbolo, un estandarte que miles de personas no permitirían ni soportarían que fuera atacado de ninguna forma.
El acto público en Tonalá continuo sin mayor complicación, pero el intenso calor ahuyento a cámaras y micrófonos, lamentablemente esta situación sería demasiado sospechosa para algunos representantes principales del movimiento, y para el propio Javier Sicilia; de pronto la prensa se convertía en un compañero incomodo.
Más adelante la caravana seguiría por caminos separados, solo 5 afortunados por cada camión, serian los elegidos para ir a la sierra en la comunidad de Acteal. Yo estaría entre las personas que irían en los únicos 2 autobuses que llegarían a ese emblemático lugar. El camino seria largo y extenuante, y poco a poco subíamos por aquellas montañas ocultadas entre las nubes, hasta viajar entre la neblina y la humedad de sus contornos, entonces el viaje se volvía un recorrido tranquilo y apacible, aquello era simplemente como viajar entre las nubes .
En un punto de reunión , abordarían pasajeros de otros autobuses, entre este grupo se encontraría una señora elitista, discriminadora, insoportable y con elevados niveles de imbecilidad, que harían el viaje de 3 horas, un recorrido estresante y molesto, hacia la comunidad de Acteal.
Poco antes de llegar nos informarían de un deslave ocurrido por las recientes lluvias, por lo que habríamos de esperar expectantes hasta el regreso de la unidad de los topos, que se habían ido a investigar la magnitud de los daños a la carretera.
A su regreso nos enteraríamos de que el camino seria inaccesible para los camiones, y nuestro transporte serian 5 camionetas de redilas, en las cuales viajaríamos 20 personas por vehículo, este viaje seria a través de un angosto camino lleno de vegetación y oscuridad donde solo podía verse el camino unos metros adelante por las luces de la camioneta, pero la destreza y conocimiento del camino por parte de los conductores, hacían que avanzaran a gran velocidad. Ocasionalmente era posible ver pequeñas y modestas casas de madera y enormes derrumbes que estaban a la orilla del camino; de hecho fueron emocionantes esos 30 minutos de ese recorrido, tan ajetreado y casi peligroso.
Entonces llegaríamos a la comunidad de las abejas de Acteal, donde, en el año de 1997, un grupo de paramilitares habían masacrado a casi 50 de los habitantes de esa pequeña comunidad, incluidos principalmente a mujeres y niños.
Al llegar nos esperarían unas 200 personas de la comunidad, algunos vestían trajes típicos y hacían cantos en tzotzil; lengua de origen maya, y cuando bajábamos de esas abarrotadas camionetas empezó la música.
El sonido de las trompetas, el caracol y los cohetones animaba aquella marcha encabezada por gente ataviada con los atuendos típicos de la comunidad Tzotzil de las abejas y decenas de niños, quienes, descalzos, y a pesar del frio y de la llovizna leve que nos recibía, se mostraban contentos y sonrientes, cantando y deteniendo los globos blancos, que amarrados con cordones azules, celosamente llevaban.
Al llegar al final del recorrido de la procesión, había una mesa de registro de prensa que decía: “registro para prensa honesta, la prensa del gobierno no tiene lugar”, y junto a esto, a la entrada de la comunidad, se leía en un gran cartel hecho especialmente para nuestra visita:
“Bienvenidos a la tierra santa de los mártires de Acteal XIII aniv”.
Al bajar por aquellas escaleras, y acompañado de decenas de personas de la comunidad, nos recibía un olor a leña quemada, la cual era usada para calentar las ollas llenas de frijoles, arroz y el café que habían preparado para ese día.
Al acercarnos a su auditorio techado, podía verse al centro una gran cruz blanca, decorada con cerámica y adornos azules, a su alrededor, se encontraban 45 cruces negras con los nombres de los asesinados, aquellos símbolos descansaban sobre un enorme circulo hecho de pasto.
Al fondo de esta imagen, varios representantes de la comunidad nos darían la bienvenida. El maestro de ceremonias, sería un joven de unos 25 años, quien daría las diatribas y presentaciones en lengua tzotzil y en español.
El primero de los actos seria el coro de Acteal, que era formado por niños vestidos con los trajes tradicionales, y las niñas destacaban al frente con sus atuendos negros con adornos morados, y una tela que cubría sus hombros, de color blanca y con adornos azules a manera de flores. Entonces después de escuchar algunas indicaciones del maestro de orquesta, empezaron a cantar. Aquellas delicadas y perfectas voces no le pedían nada a cualquier coro extranjero o nacional, aunque no entendíamos aquellos cantos en tzotzil, simplemente no hacía falta, escuchar esas voces simplemente eran un excelente concierto.
Posterior a ese acto seriamos testigos de una representación teatral llevada a cabo por un grupo de niños de la comunidad.
Esa sencilla representación nos haría mantenernos en silencio, un silencio mezclado con un sentimiento de dolor; aquella obra de pronto se convertía en una catarsis para muchos de los presentes. Decenas de señores y mujeres revivían aquellos momentos que vivieron en aquella matanza, o volvían a recordar a sus seres queridos asesinados, simplemente ver sus rostros de dolor nos hacían ver que el drama seguía latente.
A mi lado una mujer tzotzil de unos 60 años le comento algo a otra de similar edad, ella hablaba en su lengua por lo que no pude saber que fue lo que le dijo, pero simplemente al escucharlo, acento con la cabeza, se llevo la mano izquierda al rostro y soltó una lagrima. Simplemente estábamos, como dijo en algún momento Sicilia: “en el epicentro del dolor”..
Después se llevo a cabo una ceremonia religiosa, bastante significativa, aquellas cruces que descansaban sobre el pasto serian iluminadas por 500 velas, aquel proceso de encendido de las mismas llevaría unos 20 minutos.
Los presentes sabíamos y sentíamos que no habría escena más impactante que esta, varias de las victimas con las que viajábamos cambiaban su semblante, simplemente al ver toda esa escena desprendían de sus rostros un semblante de paz y tranquilidad, como si en ese momento tuvieran algún tipo de catarsis.
De pronto todas aquellas delgadas velas encendidas, iluminaban el lugar. El olor a incienso, y madera quemada impregnaba el lugar, convirtiéndolo en un lugar místico y misterioso. Al fondo de la escena se daría lectura a una carta escrita por Javier Sicilia, quien no pudo asistir, ya que en ese momento se encontraba en San Cristóbal de las casas en una reunión con una comisión zapatista.
Al terminar los discursos presentados por representantes del movimiento un olor a café recién hecho se acercaba a nuestros lugares, era un niño y 2 jóvenes que armados con vasos y jarras repartían café a los presentes. El olor era diferente y único, en nada se parecía al café comercial o al café común preparado en los velorios, aquello era simplemente diferente, al probarlo cerré los ojos, y solo pude pensar :
“que Starbucks ni que la chingada, este es el mejor café que he probado en mi toda vida”
Curiosamente mi expresión de entera satisfacción llamó la atención de la joven que lo estaba repartiendo y se me quedo viendo con una cara de extrañeza, entonces la vi y solo le dije: “otros dos vasos por favor”.
Después de que se acabaran esos 3 vasos de ese café tan exquisito, me dirigí a donde estaban repartiendo la comida, el olor en este sitio era imperdible, un olor a comida recién hecha y calentada con leña invadía el ambiente, tortillas, arroz, frijoles, huevo, todo sabia perfecto e irremediablemente tenía que probar de todo hasta que moverme resultara difícil, así que después de algunos minutos cerca del “bufet” lo logré, solo pocas veces en mi vida había probado comida tan especial como ocurrió ese día.
El regreso habría de ser nuevamente en las camionetas que nos habían traído, esta vez no habría novedades, solo nos despedíamos de aquellas personas de la comunidad, que amablemente nos habían recibido.
Un día más terminaba, pero aquel se volvía uno de los más memorables, solo quedaba dormir.
Día 8
Este día amaneceríamos en San Cristóbal de las casas, las calles adoquinadas y los acabados rústicos de las casas, eran más que relajantes, me dispuse a pasear por aquellas calles semivacías, donde se veían entre los paseantes a algunos turistas y varios indígenas de comunidades de Chiapas y Oaxaca, que ofrecían sus artesanías de calle en calle.
A lo lejos vi a una pequeña niña, de unos 9 0 10 años, que ataviada con ropa tradicional de su comunidad y portando bolsas tejidas a mano y en un canasto, pequeñas figurillas de barro vestidas con trajes diminutos.
Le compre varias piezas y me despedí, a pesar de su mirada seria y su expresión de desconfianza, me fue posible verle una pequeña sonrisa al final.
Al llegar a donde estarían repartiendo el desayuno, aprovecharía la oportunidad para tomar un baño, la confianza en el grupo era tal, que no había problema de encargar la cámara o el celular a alguno de los caravaneros.
Después de reponer fuerzas y de haber descansado un poco, nos dirigiríamos a Ocosingo.
Durante el trayecto, varias cosas rondaban mi mente, aquel sitio no era solo una parada más en nuestro recorrido, era un sitio marcado por la tragedia, y no por cualquier tragedia.
Los primeros días de enero de 1994 hubo varios enfrentamientos entre militares y el ejercito zapatista, con un saldo de más de 50 muertos y más de 30 desaparecidos.
Durante esos terribles días, aquella ciudad se vio convertida no solo en un campo de batalla, sino que en una verdadera masacre, charcos de sangre, automóviles destruidos, cuerpos por las calles, vidrios rotos y marcas de disparos por el mercado y las calles de la ciudad, sería el panorama de esas primeras 72 horas del año.
Y era precisamente allí donde llegaríamos, las expectativas aumentaban mientras los camiones se acercaban a Ocosingo, simplemente no sabíamos que nos esperaba al llegar, solo sabíamos que deberíamos andar con cuidado.
Al llegar los camiones a la ciudad, ya nos esperaban decenas de pobladores con pancartas de bienvenida y agradecimiento, el recibimiento era amplio, filas de gente abarrotaban las calles dificultando el avance de los camiones, pronto nos avisarían que era la hora de bajar de ellos, para unirse a la marcha que nos llevaría al mercado.
Al llegar ahí, un templete ya nos esperaba, una mujer vestida con un traje típico subió y agradeciendo la visita de la c caravana, comenzó a hacer un recuento de las victimas en esos días de 1994 y de todos los hechos ocurridos en aquel lugar. Ahora no había lágrimas, ni tristeza, su rostro reflejaba un semblante lleno de coraje e indignación, ya que después de todo lo ocurrido, jamás hubo justicia por esa masacre.
El ejército había arrinconado a los zapatistas en ese mercado, súbitamente y a pesar del riesgo evidente, los locatarios ayudaron a escapar a varios por la parte de atrás, pero al igual que a los insurgentes que no lograron evadir las balas, ellos mismos serian víctimas inocentes por ayudar a sus compañeros.
Los charcos de sangre y los cuerpos apilados habrían sido borrados, pero aún podían verse en varias paredes del mercado, los daños ocasionados por los disparos, era aquella una escena amarga, la injusticia y la brutalidad describían perfectamente lo ocurrido en aquel sitio, aun así, la gente se levantaba con sus lagrimas acompañadas de coraje, simplemente esos recuerdos no podían olvidarse, y con nuestra visita los reclamos se hacían evidentes.
Después de escuchar varios testimonios desgarradores de los padres y los hijos de los masacrados en ese sitio, fue el turno del padre Solalinde, quien nos haría guardar un minuto de silencio por las víctimas de ese día, y por los migrantes que mueren día con día, tratando de cruzar el territorio nacional. Al poco tiempo nos avisarían que era hora de abordar los camiones.
Me separe un poco para visitar aquel mercado, mujeres y niñas vestidas con bellos y elaborados vestidos típicos, vendían sus mercancías; desde pequeñas artesanías, hasta semillas y diversos comestibles.
Era obvio que esas jóvenes no recordaban la tragedia ocurrida a sus espaldas, y pensaba que esa era lo mejor. Realmente nadie merece pasar por tragedias como la que esa población de Ocosingo vivió en enero de 1994.
Pronto los camiones nos llevarían a la parroquia de Palenque Chiapas, donde cenaríamos y nos bañaríamos en aquellos baños hechos con postes de madera y paredes de plástico negro, increíblemente bañarse a jicarazos, teniendo de vista el campanario de la Iglesia, fue de las mejores experiencias durante el recorrido, incluso Daniel Jiménez Cacho mostró su sencillez al usar esos improvisados, pero cómodos baños, y dormir como los demás caravaneros, en el piso del recinto.
Día 9
Temprano por la mañana saldríamos de Palenque, en rumbo a nuestra siguiente parada en Villa Hermosa Tabasco.
Al arribo de la caravana a esta ciudad, se percibía que el calor aumentaba, y pronto al bajar del autobús, el calor no se hizo esperar, lejos del frio clima del autobús, nos recibía una temperatura de 37°C a la sombra, por lo que gorras y bloqueadores solares eran más que indispensables para soportar la marcha que partiría del centro, hasta la cámara de diputados.
Al llegar ya nos esperaban decenas de personas, y poco a poco iban llegando cada vez más.
Grandes mantas y pancartas con mensajes de protesta contra el gobierno local y la corrupción de este, eran las que encabezaban la marcha que permanecía en la plaza central a la espera de poder iniciar el recorrido.
Mientras varios de nosotros poco a poco nos acercábamos a las inmensas fuentes al lado de la plaza para al menos recibir la briza cercana, y junto a estas estaba el compañero migrante, con el que había hablado brevemente en la iglesia de Acapulco Guerrero, notó que mi proximidad pausada a las fuentes era por el mismo propósito que él tenía, por lo que sonrió y me dijo:
anda hermano te detengo la cámara!
“mm está bien”, le conteste
Así que decidí entrar hasta el centro de la fuente, al salir mi ropa pesaría unos 2 kilogramos más, pero valdría la pena para soportar el clima de la ciudad.
Durante el camino vendría hablando con mi amigo, quien me contaría lo difícil que es para los migrantes, pasar el territorio mexicano, por toda la violencia del cual eran víctimas: asaltos, secuestros, violaciones y homicidios, todo ello por buscar una oportunidad de una vida mejor, me comento:
“es mejor mojarse que pasar por la orilla”
Refiriéndose él a que es preferible seguir la ruta del migrante, y pasar por todo Veracruz y Tamaulipas y correr esos riesgos, que ir por el centro del país, donde es casi seguro que los detengan agentes de migración.
Incluso me comentaba que los agentes de migración detenían a mexicanos que se dirigían al norte del país, solo por estar acompañados de migrantes centroamericanos, y me dijo algo muy cierto:
“Si ustedes como mexicanos, tratan tan mal a sus mismos compatriotas, imagínate como nos tratan a nosotros…. ”
Al principio no supe que decir, pero lo mire al rostro y tomándolo del hombro, le dije:
“Hermano, recuerda que siempre hay excepciones”
Asentando con la cabeza y sonriendo, me dijo:
“Cierto, tienes razón”
Entonces nos integramos a la marcha que iba ya iniciando.
Rápidamente al entrar a las calles podía verse la magnitud de esta, varios cientos de personas con pancartas y mantas avanzaban por aquellas calles adornadas con parques, quioscos, iglesias y monumentos.
Al llegar a la cámara de diputados, caras conocidas ya me esperaban; era mi prima y su familia; ver rostros familiares, después de un largo recorrido matizado de tanta tragedia y dolor, sencillamente me alegro el día, verlos y estar con ellos, al menos por un tiempo, era lo que necesitaba.
Mientras comíamos les contaba como había sido el recorrido que había tenido, y algunas experiencias ocurridas. Aquellos tacos sabían exquisitos, después de llevar una dieta tan abundante de tortas y tamales en aquellos 9 días de recorrido.
Después de un rato agradable fue la hora de despedirme y seguir mi camino, pronto llegaríamos a Coatzacoalcos Veracruz.
Caída la tarde llegaríamos a Coatzacoalcos, y bajaríamos a la marcha que llegaría a la plaza principal.
Poco a poco el sol bajaría y rápidamente éramos testigos de restaurantes, tiendas y demás negocios que cerraban sus puertas al caer la luz del sol, esto era una importante señal de la inseguridad de vivían los habitantes de Coatzacoalcos, así que sin separarme tanto del conglomerado, seguí hasta llegar a la plaza.
Pronto escucharíamos nuevos testimonios en el templete ubicado al centro de la plaza, entre estos saldría a la luz, la historia de una madre cuyo hijo había desaparecido hace casi un año en esa ciudad. Una profunda tristeza describía su rostro, que su mirada hacia el vacio, y ausente de lagrimas, me hacia entender que obviamente ya había llorado demasiado, incluso mencionaba que casi estaba segura que había sido asesinado y no volvería a verlo, simplemente aquella mujer solo quería justicia para su hijo, justicia que no había conseguido de las autoridades locales.
Al acabar el acto nos dirigiríamos a una escuela, donde cenaríamos y pasaríamos la noche, por lo que rápidamente llegamos buscando los salones donde nos tocaría dormir, y después de habilitar los salones como nuestro campamento temporal, nos dispusimos a dormir.
Yo tomaba el mate con un colega argentino, cuando de pronto varios organizadores dirigirían a los caravaneros a la parte superior del edificio, y al equipo de prensa nos mandaban a la parte inferior de este, para darnos un importante anuncio.
Al llegar al salón dispuesto para este fin, nos esperaba Javier Sicilia y Emilio Álvarez Icaza, quien nos daría la noticia de que el convoy donde viajaba, junto con Javier, había aplicado un protocolo de seguridad, desplegado armas largas y realizando una formación diamante alrededor de su vehículo; y que esto había sido por que en el tramo de Villa Hermosa a Coatzacoalcos habían reportado la presencia de sujetos encapuchados, cerca de donde hacía poco fuera detenido el asesino de Francisco, hijo de Javier Sicilia.
Pronto descartaron la noticia y los rumores que hablaban de un atentado a la caravana, reiterando que no había pasado nada, y que era la primera vez en los tres recorridos que llevaba la marcha por la paz, donde se había aplicado protocolo similar.
De inmediato y ante la orden de guardar el secreto de esta noticia a los demás caravaneros, decidimos avisar mediante mensajes y correos a nuestros familiares la noticia de que estábamos bien y no había pasado nada, para evitar la probable psicosis del día siguiente, aún así las especulaciones fueron un tema constante en el círculo de periodistas que acampábamos en aquella aula.
Día 10
Cerca de las 8 salí a caminar un poco y en un puesto de periódicos, un encabezado llamo mi atención, este decía:
“¡EMBOSCAN A SICILIA!
Grupo armado intenta capturar a Javier Sicilia, líder del movimiento por la paz al dirigirse a Coatzacoalcos proveniente de Villa Hermosa”
Supe de inmediato que eso no pintaba nada bien y compre un ejemplar, ya al interior del camión y con discreción le comente a algunos compañeros de prensa aquella noticia tan exagerada, la cual comentaríamos en nuestro camino a nuestra siguiente parada: Xalapa.
Sospechábamos que la noticia de la emboscada haría que asistiera más gente a la marcha de Xalapa, y al llegar a la ciudad, no nos habíamos equivocado, no sabíamos si era exactamente por la noticia, pero centenares de personas abarrotaban las calles y varias decenas de personas nos recibían con pancartas de bienvenida a nuestro arribo, pronto bajaríamos a marchar en esta ciudad.
Al llegar a donde empezaría el recorrido de la marcha nos dieron la noticia de descender, así que con cámaras, y grabadoras en mano, descendimos a registrar el evento.
Al paso de la marcha, poco a poco se oscurecía, y al llegar a la iglesia, ya seria de noche, los testimonios y los discursos de los familiares de las víctimas y demás integrantes de la caravana durarían poco más de una hora.
El clima aquí, a diferencia de las demás ciudades era frio, simplemente muchos solo esperábamos la partida hacia nuestro campamento de esa noche.
Poco tiempo después nos llamarían a abordar los camiones que nos llevarían a donde habríamos de dormir, y poco a poco esa plaza abarrotada quedaría desierta ante la partida de la caravana.
Día 11
Ese día en Xalapa, sería el último del recorrido de la caravana por la paz, y para eso habría una conferencia de prensa donde Javier agradecería el apoyo de todos los caravaneros durante el recorrido, así como la foto del recuerdo.
En el auditorio donde nos encontrábamos, podía sentirse un ambiente de nostalgia, pero también habría un clima de satisfacción por haber compartido esa experiencia tan inolvidable. En los rostros de los familiares de las víctimas, era posible ver una expresión de tranquilidad, tal vez el recorrido les había brindado un poco de paz interior, y las experiencias que habríamos tenido durante esos 10 días, serian difíciles de olvidar. El ambiente era casi festivo, y después de una ronda de aplausos y porras, se daría por terminada la que sería la última conferencia de prensa del recorrido. En pocos minutos habríamos de partir hacia la ciudad de Puebla, pero antes de esto aproveche para felicitar a Javier, y pedirle que firmara mi gafete.
Al llegar a Puebla, las calles reducidas y la bella arquitectura de la ciudad serian la única constante del recorrido, aquí notablemente había menos asistencia de gente, básicamente la mayoría, seriamos los integrantes de la caravana, aquellos testimonios serian nuevamente de los integrantes de la caravana que nos acompañaban, el tiempo que pasaríamos en esta ciudad seria escaso, ya que deberíamos dirigirnos a la última parada: el zócalo de la ciudad de México, por lo que con el tiempo contado habríamos de abordar nuevamente los camiones rumbo a nuestra última parada.
Al llegar al primer cuadro de la ciudad todos esperábamos una enorme cantidad de asistentes, pero nuestra sorpresa fue encontrar un zócalo semivacío, donde la gran mayoría de asistentes éramos los que llegábamos. Parecía que el gran recorrido realizado y las historias de tragedia, e injusticias que habíamos vivido, habían pasado de noche por los habitantes de la capital, simplemente esta era la ciudad más desangelada de aquel viaje.
Pronto nos enteramos que momentos antes del arribo de la caravana, en el templete dispuesto para Javier Sicilia y su comitiva, se había subido al mismo el zoquete de Martí Batres, quien hacía poco había sido despedido por el jefe de gobierno; Marcelo Ebrard, por criticar su saludo al Presidente Calderón.
Afortunadamente varios integrantes del SME, y otros asistentes que ya se encontraban allí, lo abuchearon y casi mediante empujones, lo obligaron a bajarse.
Al agruparse la caravana y a pesar de la ausencia de asistentes, nos dirigimos de un extremo a otro de la plaza, pero de pronto el conglomerado de personas cambiaríamos de dirección y daríamos una vuelta completa a la plaza, como si fuera una vuelta olímpica, a pesar de el ambiente tan decepcionante del principio, aún se mantenía un semblante de unidad en todos nosotros, ese seria nuestro último acto como grupo.
Aquel 19 de septiembre se conmemoraban 26 años de la mayor tragedia que había sufrido la capital: el terremoto de 1985.
Ya en la noche se encenderían decenas de veladoras, a manera de antorchas, que, acompañadas de las banderas a media asta, daban un panorama desolador, pocas veces visto en aquella plaza.
La noche ya había llegado a la capital, y las ganas de dormir eran más que elevadas, así que afectuosamente me despedí de quienes fueron mis compañeros de recorrido, y me dirigí rumbo a mi domicilio, llevando conmigo aquella inmensa mochila, que más que mi equipaje, había sido mi compañera, y mi casa ambulante por esos 10 días de recorrido por el sur del país.
En el camino recordaba todas esas experiencias que había tenido, y a las personas que conocí en esos días, sus rostros, sus historias, y todo lo que había aprendido de ellos.
Después de aquel viaje, que a pesar de ser tan corto y cotidiano, fue el más tedioso de todos, logré llegar a mi casa.
Antes de tocar la puerta para entrar a mi casa, me detuve un momento, y reflexione la fortuna que tenia de haber llegado sano y salvo, y supe que mis padres al otro lado verían a su hijo de regreso.
Entonces recordé las muchas historias de aquellos padres que a diferencia de los míos, no habían tenido esa misma fortuna de volver a ver a sus hijos, simplemente en ese momento supe lo afortunado que éramos, yo por tenerlos a ambos, y ellos por verme de regreso, y no pasar por el viacrucis que significaría no hacerlo.
Entonces decidí tocar el timbre….
Muchas veces valoramos en exceso las cosas materiales y nos hacemos las victimas por pequeños problemas tontos sin importancia, Pero pocas veces nos ponemos a pensar que lo que realmente importa, es aquello que ya damos por hecho; pero cuya ausencia destruiría a nuestra familia: NUESTRA VIDA….
ADO.: